Uno de mis vicios confesables es el chocolate. Cada vez que compro una tableta, corre peligro, porque en sólo unos minutos ¡desaparece! Así que tomé la determinación que no iba a comprar nunca más chocolate para tener en casa.
Pero, llega un día en que tu cuerpo te lo pide. Lo estás deseando, pero es que no hay por ningún rincón de la casa. Y si a eso le sumas un Papaleón de lo más goloso (porque sí, él habla de mí, pero a él le gustan los dulces más que a mí) que se le cae la baba con un bizcocho de chocolate, buscas ideas por donde sea.
Abres cada puerta de cada mueble de la cocina y no, has hecho bien tu trabajo, porque no hay nada ni que se le asome a ese manjar, pero... ¡hay algo que se le parece, colacao! ¿qué puedo hacer? Está claro ¡un bizcocho!!