Lo sé, estoy desaparecida, así que antes de nada ¡perdóname!
Desde que empecé las clases en la universidad el tiempo no me da para nada: millones de cosas que hacer y estudiar, y si a eso le sumamos las maravillosas rabietas de Leoncito, no me llegan los minutos del día.
De verdad, esto es ¡una locura! La casa a medio limpiar siempre (o ni el medio), juguetes por el suelo, hacer la comida y comer en menos de una hora... En fin, lo que muchas ya sabéis pero que yo no había experimentado hasta ahora. Pero bueno, he de decir que estoy feliz, aprendiendo un montón, disfrutando de cada asignatura y de cada persona nueva que conozco, aunque bueno, creo que esto me daría para otro post (la mamá universitaria, buen título ¿no?)
Además ahora veo mucho menos al peque, porque para que me de tiempo a hacer todos los trabajos de clase, Leoncito se pasa algunas tardes con los abuelos. Ellos encantados por supuesto, aunque les vacíe todos los cajones, abra todas las puertas, y utilice el jarrón recuerdo de no sé que viaje como su escondite de juguetes, ellos felices de la vida. Lo que hace un nieto...
Así que, aunque ya lo era antes, la hora de irse para cama es más que sagrada. Esos instantes en los que jugamos, nos subimos unos encima de otros, nos "chanchamos", los aprovecho no un 100%, sino un 1000 por 1000.
En esos momentos cuando aprovechamos para lectura de algún que otro cuento, así que hoy te voy a enseñar uno de nuestras últimas adquisiciones. Esta vez, gracias al club de lectura de Boolino, nos ha llegado a casa ¡Buenas noches!